El Coro del Cirineo

Y rompo mi silencio, no por faltar a mi palabra de no publicar nada escrito hasta después de muerto, sino porque esto lo amerita en vida. De Dios hablemos en vida, vivámoslo en muerte.

En este mundo y estos ocasos que nos agobian desde la primera luz matutina, me toca hablar (bueno escribir) sobre este domingo 23 de junio. Época «confusa» para todos; tiempos complejos pero no complicados, es mi mejor decir. Agitación y comercio del todo.

Populismo por una marcha diversa, que dejó de representar realmente la validez por la lucha de derechos humanos, y ser muestra del oportunismo de muchos, al punto que hospitales y call centers estaban casi vacíos.

Época donde padres de familia visten a sus niños para llevarlos de paseo a la Avenida Segunda y llenar sus redes sociales con las expuestas fotos de sus niños arcoiris sin darles oportunidad de apreciar un arcoiris real. Ah sí, época jodida… Ya uno no sabe ni qué hacer, más si paso con dolor o complicaciones de salud diarias.

Desde que desperté, los sonidos de la calle avisaban escándalo y pachangón… Vida de ciudad. Sin embargo, sin saber de dónde ni cómo logré fuerzas, fui a misa a mi Parroquia de toda la vida: Santa Teresita del Niño Jesús, en Escalante.

Ni recordaba que era Corpus Cristi, ni a qué hora era la misa, ni estaba seguro si era domingo… pero llegué… 4 cuadras en 30 minutos… Para mí, ya una súper velocidad.

Un templo bellamente decorado por fuera y, por dentro de manera especial; todos los arreglos florales resplandecían más la paz que da Santa Teresita.

Tuve que cambiarme de mi lugar acostumbrado pues jóvenes con guitarras podrían generar algún fallo en mi cerebro (ya no aguanto ruidos fuertes) y bueno… LLEGÓ LA SORPRESA.

Después de 30 años; de no ver tantos jóvenes en las bancas laterales, cerca del altar, en esta solemnidad se llenaron de músicos… Casi me quedo ahí pues me remonté a mi adolescencia, cuando mi desafinado tono tenor (como dice María Marta López) intentaba cantar junto con todos mis amigos, hombres y mujeres, de la juventud.

En lo que logré sentarme, unas 10 bancas más lejos, empezaron a llegar más jóvenes con guitarras…

DIOS PRESENTE… Un niño, de unos 3 años, con un ukelele (creo) sonreía y jugaba a tocar el instrumento mientras los jóvenes afinaban previo al inicio de la misa.

Como siempre, mi mirada se desviaba hacia los vitrales, hermosos y para mí altamente simbólicos. Si observan en detalle, cada vitral está ubicado de manera tal que tiene un profundo mensaje espiritual y siempre actual, como el de «Dejad que los niños vengan a mí».

Y la sorpresa: Un coro formal, un coro completo, JÓVENES en un coro en la parroquia, JÓVENES que iluminan la vida y el alma con sonrisas y seriedad. Un coro que se convirtió para mí -de inmediato- el símbolo que sujeta mi cruz y hará menos complicado el caminar hasta el final de mi Gólgota.

Los llamo: EL CORO DEL CIRINEO

Cuentan los Evangelios, que el Cirineo era un hombre del campo, que llegó aquella mañana de Viernes a Jerusalén de labrar la tierra que estaba a su cargo. Y dicen que se llamaba Simón y era padre de dos hijos llamados Alejandro y Rufo; de procedencia extranjera, de Libia, y su ciudad natal, la histórica Cirene, que había sido fundada por los griegos 630 años antes de Cristo.

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Simón el Cirineo alivia el peso de la Cruz que llevó Cristo

No era una ayuda que prestaba la persona por voluntad propia, sino que era obligada por los romanos para que el reo no pereciera en el trayecto hacia el Calvario debido a sus condiciones fisicas lamentables, fundamentalmente, tras el martirio de la flagelación, que precedía a todas las ejecuciones romanas.

Para mí, hoy día, esa «orden» «mandatoria» de «autoridades», equivale al llamado interno de cada individuo, hombre y/o mujer, a realizar una acción que no sabía podía hacer, con excelencia y en pro de otro.

Mi adolescencia tuvo marcas positivas inborrables, entre ellas, las vivencias con mis amistades de barrio y vida cuando participé varios años del Coro Polifónico de Santa Teresita. Una experencia que me hacía falta revivirla cada semana.

Empezaron a cantar los jóvenes, sonar las guitarras, mi voz con tono tenor, casi muerta por el olvido, revivió… desde atrás mi alma cantó a Dios como hace 30 años, con la intensidad de mis oraciones internas, pero hacia afuera.

El coro, númeroso, exquisito, afinado y músicos de verdad tenían más que destreza, tenían la mano de Dios. Alzaron mi cruz, la que llevo en un cuerpo flagelado y triste, un cuerpo y un alma autoolvidados de los momentos plenos y felices.

Del Coro Polifónico de Santa Teresita a El Coro del Cireneo. Mostróse mi pequeñez humana, ¡gracias Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu!; me hecharon más que una mano, me dieron el alivio y la vida.

Pues aquella primera mañana de Viernes Santo de la historia, fue a Simón a quien los romanos tomaron para que cargase con el madero ante el estado fisico de Jesús. Desde entonces, el Cirineo pasará a la historia como aquel hombre que ayudó a Cristo a llevar su Cruz hasta el Gólgota, y su figura moverá a la piedad de muchas personas que ven en él un ejemplo a seguir, ya que se tratará de la persona que encarnará la ayuda a todo aquel necesitado en cualquier situación de la vida cotidiana.

Tantos años y el padre Carlos no hacía por donde montar un coro… (eso siempre lo pensé y dije), porque éste es un engranaje pleno y acorde a los parroquianos, sin coro nos dispersamos y alejamos de lo importante: Nuestra mutua convivencia humana y en paz, fraternal y con FE.

Me alegro de cerrar mi bocota, no es sólo un coro, es un acto de fe real y la presencia absoluta de Dios (un niño puro), más que voces entrenadas -como lo hacíamos los «polifónicos»- son santidades vivas, sin buscarlo.

Recordaran que el vitral de María Auxiliadora tiene a un costado justamente la Quinta Estación del Vía Crucis… Afirmo: Dios si nos habla siempre. Y ese conjunto de imágenes fue el mensaje divino que me dijo: María mandaba a mi auxilio a quienes ayudan a que mi cruz sea liviana. ¡Qué mejor ayuda que las voces y los cantos, dobles oraciones, para alguien que la música y el canto son actos supremos de la cercanía mortal con la divinidad!

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